Jonathan Viera. Foto: Carlos Díaz-Recio |
Las tres partes quedan satisfechas. En estos días inciertos en que vivir es un arte, 2 millones de euros más 500.000 de variables, es una cifra más que aceptable por un jugador, muy bueno eso sí, pero que sólo ha jugado 50 partidos en Segunda división y no es un fijo en la sub21, y que no olvidemos que acababa contrato con Las Palmas el próximo año.
El club, obligado a vender, pierde un activo muy importante. Quizás uno de los jugadores con más talento que ha pasado por UD en la última etapa, y que, a pesar de estar sólo dos años en el primer equipo, ha dejado una huella difícil de borrar. Una pisada de esperanza para darnos cuenta que en nuestros barrios siguen brotando genios del fútbol. Un chico que, junto a los de su generación y la falta de presupuesto, nos han enseñado a girar el cuello y confiar en la cantera. ¡Bendita crisis!
"Romario" también gana. Ficha por un primera que juega una media de 55 partidos por temporada y, fiándonos de las palabras de su coordinador técnico, Braulio Vázquez, todo hace pensar que tendrá minutos en el proyecto de Pellegrino.
Un salto de calidad para un chico al que la afición ha mimado y maltratado según la dirección del viento. De Viera se ha dicho que es el nuevo David Silva, que su talento callejero no se entrena y que su descaro dentro del campo es sobresaliente. Cuando los rumores de su venta y la presión entró en la casa de los Viera, el chico fue tachado de querer borrarse con expulsiones sin justificación. Me quedo siempre con lo primero.
Sólo queda asistir el viernes al Gran Canaria para aplaudir a un chico que, por lo menos a mi, me ha levantado más de una vez de mi asiento.
Me quedo con una frase que me dijo la primera vez que le hice una entrevista: "Juego como si estuviese en el barrio con mis amigos", espero y deseo, por el bien del fútbol, que Jonathan Viera nunca pierda esa inocencia futbolista. Con la madurez que ha adquirido y la que le queda por adquirir, estoy convencido de que algún día presumiremos de canariedad con Viera, como ahora lo hacemos con Valerón o Silva. ¡Adiós genio!
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